Hace apenas un año, si se le hubiera preguntado al ciudadano común norteamericano si esperaba ser gobernado por un individuo negro, nacido en Hawaii y cuyo nombre fuera Hussein, seguramente la gran mayoría lo hubiera negado. ¿Quién ganó la batalla por Obama? ¿Fue el marketing?
Barack Obama jura hoy como el Presidente 44 de los Estados Unidos frente al Capitolio, un monumento construído por mano de obra negra esclava. Nadie, nadie puede negar que lo que sucede hoy es un hito histórico. ¿Cómo se relaciona esto con el marketing?
Obama no llega a la Casa Blanca por la vía tradicional, sino por una ejecución magnífica y contemporánea de marketing. Obama y sus estrategas sabían que como en todo buen lanzamiento se requería un buen producto, que tuviera una ventaja diferencial sobre la competencia, que pudiera convertir debilidades en fortalezas y que tuviera un mercado suficiente como para ser exitoso.
Obama tuvo todo eso; es un excelente orador (ventaja diferencial), es afroamericano (debilidad convertida en fortaleza) y desde un principio buscó al electorado que estaba harto de la nefasta política de Bush (un mercado lo suficientemente grande).
Como toda buena estrategia de mercadotecnia, Obama comenzó desde que avisoró una ventana de oportunidad, por lo que comenzó a buscar fondos desde mucho antes que iniciara la campaña en forma. El hecho le valió reunir más de 31 millones de dólares, venciendo a la poderosa Hillary Clinton en este aspecto por más de 10 millones. David se imponía a Goliath.
Y esto lo logró en gran parte por aportaciones de pequeños donantes, aportaciones de menos de $100 USD cada una, algunas incluso, de menos de $20 USD a través de un simple pago online de tarjeta de crédito o de la labor de muchos voluntarios reclutados viralmente que se dedicaban a recaudar fondos. Esto gracias a que la campaña de Obama fue la primera en utilizar la internet con todo su poder, explotando la redes sociales (Facebook y MySpace) y el poder de la viralidad. Barack no necesitaba estar en todo el territorio americano… pero estaba, gracias al word of mouth y al 2.0.
¿El 2.0 le dió a Obama sólo dinero? Por supuesto que no; obtuvo algo que todo mercadólogo necesita: una confiable base de datos de su segmento. Barack no sólo tenía los e-mails, sino teléfonos, fotografías, direcciones de distritos de cada usuario votaría. Gracias a esta base, y dentro de muchísimos otros beneficios, el candidato se armó de un grupo de casi 10,000 voluntarios.
Su site personal de campaña no era menos virtuoso, una joya de estética y usabilidad, pero más que eso, una herramienta que se actualizaba constantemente, sabiendo aprovechar de inmediato cada suceso que se producía en la campaña, incluyendo la victoria sobre Hillary que se catalizó de inmediato liberándose un banner invitando a todos los demócratas que habían votado por la ex primera dama, a unirse a su campaña.
Los copys de campaña no fueron menos inteligentes. Yes We Can recorrió el territorio como fuego prendiendo pólvora, recogiendo las voluntades no sólo de la comunidad afroamericana, sino de muchísimos que creían en el joven candidato. Voces y rostros icónicos para los estadounidenses se unieron en una campaña de emulación, pronunciando ellos mismos Yes We Can, Yes We Can.
Obama llega hoy con el voto de los norteamericanos, sí, pero con una estrategia política-mercadológica innovadora y ad hoc a nuestros días. Obama es un ente contemporáneo, se ha declarado adicto a su Blackberry (aún no me explico cómo la marca no ha explotado ese hecho) y en broma ha dicho que se negará a entregarla cuando las normas de seguridad de la Casa Blanca le impidan su uso.
Obama no es un candidato, no es un presidente electo, es más que eso, es una marca y eso, es más poderoso, más resistente, más simbólico y sin duda alguna, más popular. Yes We Can.