Superar una obra maestra es un acto cuasi imposible; hacerle una secuela, estúpidamente riegoso; pero poner en riesgo a mi vaca de efectivo por una extensión de línea con pocas posibilidades de triunfo, es una necedad… aún en el teatro, aún para Lloyd Webber y aún para El Fantasma de la Ópera.
En varios países del mundo es posible ya adquirir el material discográfico de su nueva obra, que hay que decirlo, en caso de fracasar, puede golpear mercadológicamente incluso a la puesta en escena original. En este blog incluso hablamos del diseño gráfico de esta nueva producción y su estrategia de mercado que mezclaba la campaña de expectación con el 2.0
Para cualquiera que haya visto la obra original, traducida a 15 idiomas y representada en más de 25 países, no le será difícil seguir la línea argumental de la secuela a través de las canciones de esta nueva producción que los fans han tachado de poco plausible y con un final cuasi desastroso.
Si usted desea enterarse de cada detalle y juzgar por propia cuenta, le pido por favor dejar aquí la lectura, sin embargo, si puede soportar unos atisbos de spoilers para definir una crítica, adelante.
El hilo conductor, a cargo de Ben Elton, pudiera no ser malo como obra independiente, sin embargo, como continuación de un producto existente, no tiene razón de ser. «El Amor Nunca Muere«, título que tendría en español, ubica la historia una década después, con Erick, “El Fantasma de la Ópera”, viviendo ahora en Coney Island, Nueva York, aún enamorado de la soprano Christine Daae y convertido en un magnate que maneja las atracciones de la enigmática isla, lugar a donde no ha llegado solo, sino acompañado por Madame Giry, su vieja amiga y mentora, y Meg, la hija de ésta.
El error tal vez no radica en una segunda parte, sino en basar gran parte de ella en un libro bastante mediano, por no decir mediocre, conocido como The Phantom of Manhattan, escrito por Frederick Forsyth en 1999 y que narra lo sucedido tras los trágicos y apasionados incidentes de París narrados en la obra inicial; y es que después de ver la obra original, basada en el texto de Gaston Leroux y adaptada con sutiles toques románticos, esta segunda parte se muestra mucho más oscura, depresiva, enervante y fuera de lugar, al no encontrar los personajes una continuidad literaria natural. ¿A quién se le ocurre que Raúl, el Vizconde adinerado y galante, pudiera convertirse en un alcohólico fracasado? ¿En qué mente cupo que un fratricidio era una idea genial? ¿Por qué arrebatar al fantasma su rol misterioso, omnipresente y cuasi omnipotente? ¿Cuándo perdió Lloyd Webber la brújula y transformó aquel beso final, puro y redimidor de la primera parte, en un acto sin sentido?
Mejor hubiera sido adpatar el libro Phantom de Susan Kay, una extraordinaria novela que es en realidad una precuela al libro de Gaston Leroux. Un trabajo brillante.
Por otro lado, no todo es malo en esta puesta en escena, hay que decir que definitivamente el compositor no ha perdido su altísima calidad musical y varias de las canciones son preciosas y memorables; piezas como Till I hear you sing, Devil takes the hindmost y Love Never Dies son dignas de su linaje y seguramente se convertirán en clásicos del autor en el futuro. Asimismo, los críticos han elogiado el impresionante trabajo de escenografía logrado con luces.
Por el momento la obra sólo se exhibe en Londres, sin embargo llegará en noviembre a Broadway, en la urbe de hierro, y posteriormente a Australia. Habrá que verla para poder concordar o rechazar estas primeras críticas.
La gran pregunta es ¿Será esta segunda parte la forma más burda de matar un producto mercadológico de primer nivel como era la versión original? Ya lo decía Al Ries… «Nunca hagas una extensión de línea» La extensión de línea implica tomar el nombre de un producto con éxito, y aplicarlo a un nuevo producto que se desea lanzar y normalmente se termina con problemas. La extensión de línea casi nunca funciona.