Abusaré un poco de este blog para narrar una anécdota personal acaecida hace unos días pero que tiene relación con el diseño.
Las redes sociales sirven indudablemente para conectar gente que no se conocía, individuos que están lejos o amigos que no se veían hace tiempo. Fue en esta última circunstancia que me encontré con algunos conocidos míos de algunos ayeres. Me llamó la atención leer sus perfiles y encontrarme con auténticos curriculums atestados de maestrías, cursos en el extranjero, premios, direcciones de «las mejores agencias y despachos» y un sin fin de títulos más. Me pregunté entonces si era necesario decirlo. En lo personal, a pesar de que considero bastante buena mi trayectoria, detesto andar pregonándola. Mi abuela solía decir «Allá afuera hay muchos profesionales sin título y… muchos títulos sin profesionales.»
No importa si se trata de diseño, de marketing o de cualquier otra profesión; muchas veces los títulos, los rconocimientos e incluso algunos logros, sólo expresan que estuvimos en el lugar correcto en el tiempo indicado, sin embargo no son garantía de nada.
Mientras leía esos perfiles me decía a mí mismo «Si fueramos la mitad de buenos de lo que pregonamos ser, este mundo sería un lugar verdaderamente diferente.»
En este sentido, me encanta ver trabajos de profesionales que no se hacen auto fanfarrias y sin embargo sus proyectos son dignos de cualquier antología del diseño. Es el caso de Louise Rowe, ilustrador, cuyo detallado trabajo lo podemos ver en este libro de Caperucita Roja, una versión pop-up completamente ilustrada en tonos sepia y los rojos del otoño. Cada página es realmente sorprendente, expresiva y funcional en un trabajo de varias capas que demuestra el enorme talento de este diseñador.
La grandeza no se demuestra con curriculums o títulos… sino con trabajo diario; y es mejor no hablar mucho porque como bien enuncia el dicho: Dime de qué presumes y te diré de lo que careces.