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La piel de Irán Castillo, prohibida por el INAH; un caso de intolerancia cultural

Dicen que los pueblos tienen los gobiernos y las instituciones que se merecen; qué triste que seamos entonces, un pueblo tan mediocre.

¿Por qué digo esto? Porque hoy me enteré que el Instituto Nacional de Antropologí­a e Historia (INAH) exigió al estado de Hidalgo cesar una campaña de marketing turí­stico porque mostraba a los Atlantes de Tula, un convento de Actopan y los arcos del Padre Tembleque de Zempoala pintados en el cuerpo de la actriz Irán Castillo.

La campaña, de 40 millones de pesos, muestra diversas fotografí­as en que la artista aparece con los paisajes de Hidalgo tatuados en la piel, y fue presentada apenas el pasado 12 de mayo.

Y es que el artí­culo 17 de la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artí­sticos e Históricos establece que «para la reproducción de monumentos arqueológicos, históricos o artí­sticos, con fines comerciales, se requerirá permiso del instituto competente…» A las áreas técnicas de la Institución «como el Consejo de Arqueologí­a, la Coordinación Nacional de Arqueologí­a o la de Difusión» les compete permitir o no que se utilicen reproducciones del patrimonio cuando hay fines comerciales.

Señores del INAH: permí­tanme decirles que como mexicano me avergí¼enzan. Ese patrioterismo rancio «que no patriotismo» que ustedes pregonan, es lo que más daña a México. Por acciones así­, es que los ciudadanos no sentimos nuestras la cultura ni la historia, sino que las vemos como algo inalcanzable y destinado sólo a los libros, museos y folletos para turistas.

He allí­ la diferencia con otros paí­ses de primer mundo donde dejan que sus pueblos se enamoren de sus propios monumentos y paisajes y los reproduzcan desde tazas y camisetas hasta inmortales obras de arte. Pero perdón, en México, casi hay que pedir permiso hasta para fotografiar una pirámide, no sea que queramos sacar un anuncio de revista y lucremos con la sacrosanta historia y el patrimonio que al parecer, sólo les pertenece a ustedes…

¡Qué lástima! No se asombren cuando otras naciones desborden de nuevas expresiones artí­sticas y culturales mientras que nosotros nos seguimos santiguando al citar orgullosamente artí­culos de códigos anacrónicos y sin sentido.

Ví­a

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