La marca norteamericana de jugo de naranja, Tropicana, regresará a su antiguo diseño de empaque por presión del público.
Pues lo leo y me cuesta trabajo creerlo. Entiendo que vivimos en la era donde el marketing está guiado netamente por el consumidor pero este se me figura un caso extremo.
Tropicana había rediseñado su envase, para lograr un look menos tradicional pero más limpio y contemporáneo. El resultado, la verdad, no era malo. De hecho, la forma de la tapa con una naranja resultaba innovadora y graciosa.
Cuál va siendo la sorpresa de la marca cuando una vez que el empaque estaba en los anaqueles, de inmediato y por todos los canales que los clientes tienen para hacer oir su voz, comenzaron a llegar reclamos sobre el nuevo diseño, alegando que preferían el anterior. Fue tal la presión que la marca decidió descontinuar la nueva imagen y volver a la antigua.
Todos sabemos lo ocurrido con el caso New Coke; esto, sin llegar a ese extremo, fue, sin duda alguna, una muestra de que no importa cuánto tiempo, dinero y trabajo se haya invertido; si al final el cliente dice no, no hay poder sobre la Tierra que le haga cambiar, aunque ello implique retroceder sobre los propios pasos.
La pregunta del millón sería ¿Hubo Focus Groups y pruebas de portafolio?