Antes de iniciar tu lectura… toma un segundo.
Bien.
Un segundo.
De acuerdo con Statista en este segundo…
6 nuevos sitios de internet vieron la luz.
45 nuevos usuarios instalaron TikTok.
111 paquetes fueron enviados por Amazon.
480 minutos de video fueron añadidas a YouTube.
1,100 fotos se subieron a Instagram.
2,450 fotos a Facebook.
3,472 usuarios de Zoom participaron en una reunión.
6,740 horas video fueron consumidas en Netflix.
9 mil tuits se publicaron.
70 mil búsquedas se hicieron en Google.
695 mil mensajes se enviaron por WhatsApp.
Un segundo.
Nunca antes habíamos tenido al alcance de la mano tanta información.
Nunca antes habíamos tenido tantas posibilidades de estar conectados unos con otros.
Y aún así…
Tampoco nunca antes, como especie, habíamos sentido tanta incertidumbre.
Ni tanta soledad.
¡La culpa, querido Bruto, no es de nuestras estrellas, sino de nosotros mismos! le decía Julio César a Bruto en la inmortal obra de Shakespeare.
Y es realidad. La solución no está allá afuera, no está en los smartphones, los buscadores o en las redes. Está en nosotros.
Ninguna generación antes ha tenido tantos recursos; ninguna ha tenido tantas oportunidades de saberlo todo; de alzar la voz y de ser vista; ninguna ha tenido tantos espacios para expresar una opinión, para conectar, para sobresalir.
Tenemos la oportunidad de hacer todo eso con un tap en el vidrio de nuestras pantallas móviles.
Pero la realidad es que todas esas herramientas y todo ese poder, de nada sirve sin una chispa que lo encienda.
Las encuestas nos dicen que hoy, los consumidores y las marcas son más proclives a cambiar el mundo, son más receptivos a los temas sociales, ambientales, de inclusión y diversidad.
Pero ser receptivos no nos alcanza.
Y tampoco nos alcanzan las herramientas digitales.
Ni el conocimiento acumulado en enciclopedias digitales o en los buscadores online.
Nada de eso nos alcanza si no nos levantamos y comenzamos.
Las pantallas nos han acercado a los distantes, pero nos han alejado de los cercanos.
Nos han mostrado realidades en otras regiones del mundo, pero nos han hecho ciegos a lo que pasa a nuestro lado.
No podemos esperar a lograr los grandes cambios… hasta que comencemos hacer los pequeños.
Y los pequeños comienzan con pasos simples, uno tras otro. Solo así se cubren distancias, solo así se llega lejos, y cuando lleguemos allí, podremos ver más lejos aún… pero requiere trabajo… requiere ensuciarse las manos a diario… con trabajo, no con clicks.
Hay más vida en el árbol que se siembra en una reforestación que en llenar de likes los videos ambientalistas.
Hay más progreso en la aceptación del diferente en la oficina o en la escuela, que en firmar peticiones de Change.org
Hay más tolerancia en escuchar sin rechazar o juzgar, que en usar un listón de color para apoyar a una causa.
Hay más ayuda en el voluntariado que pinta un muro o sirve sopa en un comedor comunitario que en los shares que podamos dar a las fotos de niños hambrientos.
Necesitamos menos stories de redes sociales y más historias reales de equidad, de inclusión. No contadas a través de nuestras pantallas, sino a través de los testimonios de aquellos a quienes beneficiamos.
Necesitamos menos métricas de vanidad y más de realidad.
Necesitamos más acción, menos palabras… o como dicen los norteamericanos: Walk the talk!
Nosotros creemos que las marcas pueden ser parte del cambio que le urge a este mundo. Creemos que los consumidores también debe hacer su papel, presionando a las indiferentes y prefiriendo a las que tomen postura. Creemos que puede ser el cambio que el mundo necesita. En equidad, en justicia social, en inclusión, en diversidad, en medio ambiente.
Nos nos pidan que las sigamos en redes… ¡Inspírenos a hacerlo en la vida real!
Marcas… consumidores… no tengan miedo de ser la mejor versión de lo que pueden ser.
Como mencionamos al inicio, hay menos obstáculos que nunca para ello.
Y si el dinero es una barrera, vamos a decir algo: Si los sueños dependen de monedas… es porque son muy baratos.
Malala Yousazai, recibió un tiro en la cabeza por defender los derechos de las mujeres, especialmente los de las niñas en medio del régimen talibán. Decir que cada niña tenía el derecho a ser educada casi le costó la vida.
Pero esas balas lejos de amedrentarla, le dieron alas para seguir defendiendo su causa.
Recibió el Premio Nobel de la Paz en 2014 a los 17 años, convirtiéndose en la persona más joven en acceder a ese galardón en cualquiera de las categorías que se otorga.
17 años.
Greta Thunberg, la activista sueca que dejó de ir a la escuela los viernes para protestar ante el parlamento contra el cambio climático, ganando en su cruzada millones de seguidores, fue nombrada la persona del año por la revista TIME.
A sus 16 años fue la persona más joven en la historia en lograr ese mérito.
¿Nos van a decir que dos niñas tuvieron más poder y decisión que todas y todos ustedes?
De eso se trata. De hacer y de ser. No solo de parecer.
¿Qué hacen allí?
Comiencen… el mundo les está esperando.
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