Hace unos años cuando estudiaba diseño y muchos catedráticos nos sobrecargaban de proyectos, aduciendo que así era la vida real de un diseñador, cierto profesor, que no compartía ese comportamiento, me dijo:
» Se trata de un problema de calidad contra cantidad. En México, las agencias de publicidad y los despachos de diseño están acostumbrados a hacer mucho con poco talento, cuando debiera ser a la inversa; pero hay tanto que hacer, que no queda tiempo para pensar.
El nombre de este filósofo diseñador es Alejandro Cruz, egresado de la Escuela de Artes y Oficios en Basilea, Suiza. Su formación europea le había cambiado por completo su modo de pensar y, gracias a ello, los proyectos en los que trabajaba, mostraban una calidad muy superior al promedio.
Hace unos días, estando en contacto directo con cierta agencia, pude comprobar lo que me había dicho. Para satisfacer la demanda de uno de sus clientes mayores, disponían de sus diseñadores como simples manufactureros y no como entes pensantes… En un mundo donde todo urge, nada tiene la posibilidad de sobresalir; los proyectos se tornan tan sólo en una media gris.
» ¡Cuánta razón tenía Alejandro! » pensé tras presenciar esa experiencia y después encontrarme con esta belleza de anuncio para la ópera rusa. Un anuncio cuya producción podría ser de unas cuantas monedas… pero cuya idea vale muchos miles de dólares.
Pensar vs. Hacer. Cantidad vs. Calidad. ¡Cuánta razón tenías, Alejandro!
Cuanta razon tiene tu profesor, esa problemática no solo se gesta en la publicidad o en el diseño, se aplica en cualquier ámbito de nuestra sociedad y vida cotidiana, incluso en el cine mexicano, donde se prefiere la cantidad de complejos cinematográficos que calidad en películas mexicanas.
La razon se te desborda de la boca… o debiera decir de las letras. Respecto al cine mexicano, me conformaría con ver una sola cinta al año, que pudiera tener el nivel o el genio de cintas como Cinema Paradiso o Il Postino… una sola por favor.