En lo personal soy una persona antigraffiti. Sé que es una expresión urbana, sin embargo considero que sólo afea las ciudades confiriéndoles aspectos temibles y sórdidos, por decir lo menos. No obstante, toda regla tiene sus excepciones y en estos casos, detrás del artístico alarido citadino, indudablemente existe diseño, mucho cerebro y una invitación a reflexionar.