La marca es una palabra estímulo. Es un símbolo con atributos de valor. Es una garantía de responsabilidad pública de autenticidad y constancia de calidad.
La marca posee dos elementos: distintivos (diferencian) y los retentivos (facilitan que los recordemos).
Lo anterior es una aseveración de Joan Costa, comunicólogo, diseñador, sociólogo e investigador de la comunicación visual; Consultor de empresas y profesor universitario. Joan Costa ha dirigido más de 300 programas de Comunicación, Imagen e Identidad Corporativa para empresas e instituciones de diferentes países de Europa y América Latina.
¿Por qué cito a Costa?
Porque el mercado está lleno de productos con nombres terribles. Pareciera que los señalamientos que hacen los expertos como Costa para nombrar un nuevo producto o servicio, son absolutamente ignorados o peor aún, violados.
Una marca debiera cumplir mínimamente estos 4 atributos:
Eufónica: Que suene bien.
Indicativa: Que sugiera de qué se trata.
Recordable: Que sea de fácil memorización.
Pronunciable: Que se pueda decir sin problemas.
Me vino a la memoria toda esta reflexión cuando me topé con un comercial televisivo de un nuevo producto para problemas estomacales: Bagóhepat, estimulante de las células hepáticas y facilitador de la digestión de las grasas. Puedo entender que su nombre tenga relación con sus raíces etimológicas y sea significativo para el medio médico, pero ¿lo es para el consumidor?
De los 4 atributos, el único que podría (y a medias) cumplir, sería el de ser indicativo, pero no es eufónico, ni pronunciable y mucho menos recordable. ¿En qué piensan los mercadólogos de estas empresas cuando aceptan estos desafortunados nombres?